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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un día fresco

Paseando por la calle he notado que hacía fresco. El típico frío de noviembre que anuncia, desde luego, futuras tormentas. Pero en Madrid, las lluvias tienden a amainar. He podido respirar, no ese aire frío y brumoso que, durante otros días, el frío se ha ocupado de no llevar el oxígeno de una manera más saludable.
No he respirado el frío como un cuchillo sino que, al ir caminando, he respirado sin agobiarme. Hubo momentos en que llegaba a casa sin aire, porque respirar frío, no es lo mismo que respirar oxígeno en verano. Pero en verano se respira el ozono, que tampoco es saludable. Las cuchillas heladas se transforman en agujas ardientes y afiladas.
Pero, durante la caminata, ya estaba pensando en escribir esta entrada. Noviembre se presenta frío y fresco, pero de una frescura helada de hielo. No hay suerte, sino que, aún procurando saber el tiempo metereológico, la cosa se pone muy seria.
Nuestro país tiene la suerte, además de pertenecer a Europa, que los tsunamis ni los twisters nos pueden provocar catástrofes; pero las lluvias provocan muchos daños, como en el Sur, en el Norte y en el Centro (inundaciones en algunos pueblos o ciudades de Madrid (que hay pocas, desde luego), y el desastre produce pérdidas materiales y de un pasado que nunca volverá. Será porque somos predispuestos a las desgracias.

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