Es curioso como estos cuadernos, de principios de siglo, o quizás de la década de los 30 hayan permanecido guardados u ocultos, y que sea la Red y los blogs quienes los recuperen para escribir sobre ellos, hasta ahora, sólo son curiosidades, pero se trata de obritas de otros mundos.
Apuntes de clase, ejercicios en casa, aprendizaje continuo, y tal vez, imperfecto, porque eran tiempos muy duros. La Guerra Civil en ciernes, y una bella ortografía, que ya casi no se ve. Un mundo, en donde, por lo menos, queda la sensación de que hubo algo que saber, y cuadernos que guardar. Momentos para formarse, o para deformarse. Momentos en donde la infancia era necesaria, y que, de la escuela a la era sólo quedaba un paso.
Y la cualidad de los cuadernos, y su calidad. Las hojas amarilleadas, que se sostienen con clips, o el crujido de las hojas al pasar las páginas, tostadas por el tiempo y el descanso en alguna alacena. Días de sol y de sombras. Sombras de otra época que brilla o fenece por sí misma. Una época que nunca se ha olvidado. O que no se ha cerrado, porque es un tiempo de saldar cuentas. Pero, ¿hasta cuándo se saldarán las cuentas? A nadie le amarga un dulce, pero hay amarguras que no se olvidan, que permanecen, y heridas que nunca se cierran.
Comprendemos el pasado, pero, en ocasiones, es mejor no resucitarlo, porque la mala gente que camina o la mala sangre, lo contamina todo. Y veo esta imagen, y escribo y escribo y escribo...
Apuntes de clase, ejercicios en casa, aprendizaje continuo, y tal vez, imperfecto, porque eran tiempos muy duros. La Guerra Civil en ciernes, y una bella ortografía, que ya casi no se ve. Un mundo, en donde, por lo menos, queda la sensación de que hubo algo que saber, y cuadernos que guardar. Momentos para formarse, o para deformarse. Momentos en donde la infancia era necesaria, y que, de la escuela a la era sólo quedaba un paso.
Y la cualidad de los cuadernos, y su calidad. Las hojas amarilleadas, que se sostienen con clips, o el crujido de las hojas al pasar las páginas, tostadas por el tiempo y el descanso en alguna alacena. Días de sol y de sombras. Sombras de otra época que brilla o fenece por sí misma. Una época que nunca se ha olvidado. O que no se ha cerrado, porque es un tiempo de saldar cuentas. Pero, ¿hasta cuándo se saldarán las cuentas? A nadie le amarga un dulce, pero hay amarguras que no se olvidan, que permanecen, y heridas que nunca se cierran.
Comprendemos el pasado, pero, en ocasiones, es mejor no resucitarlo, porque la mala gente que camina o la mala sangre, lo contamina todo. Y veo esta imagen, y escribo y escribo y escribo...
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