Es cierto. Comprobado. Un cuento o una novela ha de enganchar desde la primera frase. Ha de atrapar y seducir al lector. En muchas obras, la primera frase ha de invitar al lector a preguntarse qué vendrá después. Y eso es buena señal. Pero, encontrar o hallar una primera frase que convenza pacíficamente al lector, es un arduo trabajo.
Además, no siempre es la frase la que anima al lector a leer. Suele ser una combinación de destreza y seducción literaria, hasta tal punto, que los Grandes han de esforzarse (o se esforzaron en su momento) para escribir principios óptimos e inolvidables.
La naturaleza del cuento o de la novela, al despertar la curiosidad del lector, consiste en no aburrirle. Ser brillante siempre puede empachar. ¿Cuántos libros de cuentos o novelas se abandonan al final del día, cuando el escritor sólo busca lucirse perdiendo el horizonte? No por ser más brillante, como lector, no me interesaría. Por eso de la ceguera que causa demasiada luz, que al final es oscura y banal.
Pero los principios óptimos, los Grandes Escritores saben ofrecerlos sin deslumbrar. Sólo con despertar la sensación de un viaje placentero en la lectura. Los principios óptimos son, desde luego, aconsejables. Tras un trabajo constante, desde luego.
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