Los grandes escritores han logrado sacar partido de los cuadernos de notas, de la misma manera que los artistas y filósofos, desde el Renacimiento. Un ejemplo de ello son, por ejemplo, Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel, dos hombres modernos que consiguieron lo imposible, que la cultura se extendiera por todo el mundo.
Luego, a principios del 1700, y en adelante, los cuadernos de notas se convirtieron en una suerte libros y diarios (diaries, en inglés); uno de los más ilustres tomadores de apuntes y notas fue Isaac Newton, que ocultó una suerte de opúsculo o libreto de anotaciones sobre las pseudociencias, tales como la Alquimia y la Astrología. Por ahora, nadie se le ha lanzado a la yugular por el hecho más evidente: se piensa que se dedicaba a la Alquimia, sobre todo, como afición, pero este dato es completamente erróneo, porque dejó anotado que esta ciencia le unía "al Universo y su conciencia se elevaba"; naturalmente, las pseudociencias las investigó Newton, tanto como sus investigaciones sobre Física y Matemáticas. Newton no dejó nada al azar.
Otra de las virtudes de un cuaderno de notas es que, si no se pierde, sirve de auxilio para retomar ideas que vagamente se podrían aclarar de otra manera. En la actualidad hay una variedad inmensa de cuadernos de notas de escritores, filósofos, poetas y cientificos, y de algún que otro artista. Son tan buscados que, muchas veces, se buscan clandestinamente, porque en el mercado valen mucho, dependiendo de la fecha y la antigüedad.
Todas las esferas tienen su cuaderno de notas, sean de un lugar u otro. Por eso, los cuadernos de notas son más que interesantes. Algunos los hay ordenados; otros, un caos de apuntes y notas. Y otros, son auténticos Códices, es decir, libros, bien o mal armados, desde luego, pero literatura y pensamiento, al fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario