Arturo estuvo tentado muchas veces de incorporarse como cliente de DobleTiempoDe Vida S. L. Con sus noventa años, se sentía bastante achacoso. Había llegado una vida que no estaba mal. Conoció a su mujer, hasta que el deceso la separó de él. Cierto que tuvo muchos nietos, pero estos ya habían crecido, formando sus familias, y apenas visitaban al abuelo, que vivía cada momento de manera anodina.
Arturo no había roto un plato en su vida, pero con trabajo y un exceso de voluntad, lo había conseguido casi todo. La oferta de DTDV S. L. era tentadora. En realidad, vivía en una casa grande, con avances tecnológicos interesantes, y ya se ocupaba el ordenador de servirle la dieta necesaria para su edad. Una dieta sana, claro.
Pero se sentía solo. Muchos ancianos habían decidido seguir una vida que pasara inadvertida para la sociedad, hasta el punto que la sociedad ignoraba que existían, pero que, mientras cobraran la pensión, nadie se quejaría de los recortes porque el material para nuevos aportes tecnológicos escaseaba. Ya no era posible reciclar más.
Por ejemplo: si una botella se reciclaba millones de veces, el mismo material sufría su propio desgaste atómico. Arturo y los demás abuelos pensaban que se trataba de una patraña. Lo más curioso era que por mucho que el futuro fuera limpio y agradable, las naves no habían conseguido surcar el espacio. En realidad, se dijo a sí mismo, la Humanidad era un numeroso grupo de zoquetes.
Arturo cenó su ensalada y su yogur de frutas, con un bloque de píldoras vitamínicas, y volvió a pensar en DobleTiempoDeVida S. L. Podía meditarlo, después de todo, los anuncios presentaban a mujeres y hombres de edad avanzada remozados como vehículos nuevos y tuneados. Eran deportivos que antes fueron antiguallas de principios del siglo XX. Ford T transformados en Ferraris o Alfa Romeos. Y, además, encantadora y sexualmente hermosos.
Arturo, en voz alta:
-Lo consultaré mañana, ordenador-dijo, y se durmió entre mantas calientes y tibias.
Cuando, al día siguiente, llegó a DTDV S. L. le mostraron todas las ventajas. No habría dolor, y si un cambio a nivel celular, con plasma sanguíneo de células madre y patrones de antienvejecimiento. Incluso podía elegir la edad (máximo 18 años, mínimo entre 25 y 30 años) sin efectos secundarios. Arturo comentó que era pensionista, y si su confirmación, tras someterse al tratamiento, impediría cobrar la pensión.
-Nada de eso-dijo el consultor-. Nada cambiará, puesto que modificamos el ritmo del cuerpo, no la experiencia del, digamos, espíritu.
A Arturo le gustó eso. Y accedió.
Un mes después, empezaron a escucharse noticias en el vecindario de la Urbanización, de un libertino que utilizaba su casa como picadero. Un joven tremendo e inconsciente. Sospechaban quien era. Por esta vez, Arturo empezó, con su nuevo aspecto, a romper platos y sentimientos. Y por el tratamiento de doscientos euros, se sintió el tipo más feliz del mundo.
Cuando llegó la Policía de Control, por los inmorales delitos, Arturo se encontraba en una isla, rodeado de un calor que había esperado largamente. La Policía de Control, desistió, y DobleTiempoDeVida, S. L. se negó a dar molestas explicaciones.
Arturo no había roto un plato en su vida, pero con trabajo y un exceso de voluntad, lo había conseguido casi todo. La oferta de DTDV S. L. era tentadora. En realidad, vivía en una casa grande, con avances tecnológicos interesantes, y ya se ocupaba el ordenador de servirle la dieta necesaria para su edad. Una dieta sana, claro.
Pero se sentía solo. Muchos ancianos habían decidido seguir una vida que pasara inadvertida para la sociedad, hasta el punto que la sociedad ignoraba que existían, pero que, mientras cobraran la pensión, nadie se quejaría de los recortes porque el material para nuevos aportes tecnológicos escaseaba. Ya no era posible reciclar más.
Por ejemplo: si una botella se reciclaba millones de veces, el mismo material sufría su propio desgaste atómico. Arturo y los demás abuelos pensaban que se trataba de una patraña. Lo más curioso era que por mucho que el futuro fuera limpio y agradable, las naves no habían conseguido surcar el espacio. En realidad, se dijo a sí mismo, la Humanidad era un numeroso grupo de zoquetes.
Arturo cenó su ensalada y su yogur de frutas, con un bloque de píldoras vitamínicas, y volvió a pensar en DobleTiempoDeVida S. L. Podía meditarlo, después de todo, los anuncios presentaban a mujeres y hombres de edad avanzada remozados como vehículos nuevos y tuneados. Eran deportivos que antes fueron antiguallas de principios del siglo XX. Ford T transformados en Ferraris o Alfa Romeos. Y, además, encantadora y sexualmente hermosos.
Arturo, en voz alta:
-Lo consultaré mañana, ordenador-dijo, y se durmió entre mantas calientes y tibias.
Cuando, al día siguiente, llegó a DTDV S. L. le mostraron todas las ventajas. No habría dolor, y si un cambio a nivel celular, con plasma sanguíneo de células madre y patrones de antienvejecimiento. Incluso podía elegir la edad (máximo 18 años, mínimo entre 25 y 30 años) sin efectos secundarios. Arturo comentó que era pensionista, y si su confirmación, tras someterse al tratamiento, impediría cobrar la pensión.
-Nada de eso-dijo el consultor-. Nada cambiará, puesto que modificamos el ritmo del cuerpo, no la experiencia del, digamos, espíritu.
A Arturo le gustó eso. Y accedió.
Un mes después, empezaron a escucharse noticias en el vecindario de la Urbanización, de un libertino que utilizaba su casa como picadero. Un joven tremendo e inconsciente. Sospechaban quien era. Por esta vez, Arturo empezó, con su nuevo aspecto, a romper platos y sentimientos. Y por el tratamiento de doscientos euros, se sintió el tipo más feliz del mundo.
Cuando llegó la Policía de Control, por los inmorales delitos, Arturo se encontraba en una isla, rodeado de un calor que había esperado largamente. La Policía de Control, desistió, y DobleTiempoDeVida, S. L. se negó a dar molestas explicaciones.
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